viernes, 10 de noviembre de 2006

Argollas de un Perú que pisotea al otro Perú

SIGNIFICADO DE LA RESPONSABILIDAD CIUDADANA EN LOS PROCESOS ELECTORALES

Al asumirlo de obligatorio el peruano no vota por que le interesa el futuro de su país, sino por que si no lo hace el estado le aplicará una multa y estará impedido de efectuar una serie de transacciones de diversa índole.

Argollas de un Perú que pisotea al otro Perú

Nancy Ruth Laura Valera
cielo20_34@hotmail.com
Lo nefasto del desenvolvimiento político en el Perú en las decisiones sobre asuntos nacionales, que involucra el destino de la mayoría de peruanos, son tomadas dentro de cuatro sólidas y silenciosas paredes que cumplen la función de avalar la confidencialidad de lo que legítimamente debería decidirse en público. Desde las épocas en que Atahuallpa “cocinó” a escondidas su frustrada liberación con Pizarro, al parecer las posteriores generaciones mestizas desarrollaron la argollería como parte de su vida cotidiana y por ende de su sociedad.
En las instituciones públicas del estado pasteurizar argollas no es ningún delito ni mucho menos pecado, al contrario, el más vivaz de los argolleros es quien consigue meterse al bolsillo todo cuanto puede del aparato asociativo, obteniendo el poder no para gobernar a los demás, sino para asegurar su reinado económico de su persona, su familia y de todo pariente o compinche que a su paso pueda cargar en su efímero carruaje politiquero.
Esto mismo se ve en los procesos electorales de la tan mentada república democrática, social, independiente y soberana del Perú, (1) en donde se justifica estos términos constitucionales con el añejo concepto de que todo peruano puede lanzar libremente su voz en la vitalicia reconstrucción del estado, desde el momento en que se le permite dar a conocer su foráneamente fabricada postura, al momento de emitir su voto en una urna electoral.
Muchos son conscientes de que en el fondo la única opción real que se le da a un peruano de participar en la vida pública, es el derecho al voto secreto, aunque en el Perú se considera al sufragio un deber antes que un derecho. Al asumirlo de obligatorio el peruano no vota por que le interesa el futuro de su país, sino por que si no lo hace el estado le aplicará una multa y estará impedido de efectuar una serie de transacciones de diversa índole.
En tanto los seudo partidos políticos tradicionales (por no decir carcomidos) y nuevos (por no decir improvisados), no son más que el reflejo de una sociedad plagada de individuos sin perspectiva ideológica ni principios consolidados; peor aún, no cuentan con raíces intrínsecas capaces de bloquear al más mínimo carraspeo tentativo proveniente de los avatares del sistema que impera actualmente, mal llamado neoliberal. Esta flaqueza espiritual en las personas está mellando el pensamiento inicial y por consiguiente el accionar posterior de muchos, no salvándose incluso hasta el más bienintencionado de los considerados por los ya duchos en la mañosería, pichones de la vida pública.
Con solo mencionar al APRA –fiel a su estilo- casándose con el fujimorismo con el solo propósito de obtener mayor peso político a través de los discípulos contumaces del ex dictador en el parlamento, y en contraparte los hinchas del chino beneficiarse limpiando terrenos político-judiciales que los exonere de todo crimen perpetrado en la década de los noventa, a costa del claudicante seudopartido que temporalmente tiene en sus manos el poder; ese que alguna vez si fue un verdadero partido que sirvió de fuente inspiracional a Haya de la Torre. En el mismo saco está metido el comodín de Ollanta, dando un discurso aparentemente izquierdista y eso a media caña, cuando en el fondo su coquetería servilmente delivery le permitió ser respaldado por grandes grupos de poder de extrema derecha en su fracasada campaña electoral de inicios de año. (2)
Si no existe sinceridad y transparencia en una decisión pues sencillamente no se puede hablar de responsabilidad, por que de nada sirve proclamar a los cuatro vientos que tal o cual partido es la alternativa que garantiza el cambio responsable, si es evidente que está embargado de hipocresía en sus venas organizacionales, diciendo verdades incompletas o simplemente acomodando las circunstancias de acuerdo a su conveniencia. Desde el momento en que uno saluda a un adversario que en el fondo detesta no es sincero consigo mismo, es decir no está siendo responsable por que no ha tenido el valor o no le ha dado la gana de advertirle directamente a su contrincante que ha visto rasgos detestables en él.
Los famosos Acuerdos Nacionales son reuniones sociales plagadas de hipocresía, que lo único que hacen es engañar a gran parte del pueblo inyectándoles el virus mágico de que el consenso resuelve absolutamente todo; cuando es sabido que las verdaderas decisiones las toma el Presidente de la República junto a sus hombres de confianza, encerrados en una oficina no apto para individuos con atisbos proletariales. (3)
De lo contrario se convocarían a dirigentes gremiales salidos de las canteras del pueblo y no a seudo dirigentes contaminados con los lujos que trae consigo el diplomático discurso de los intelectuales de derecha, que en muchos casos ni ellos mismos saben que son de esa perversa línea lastimosamente política; pero gran número de ellos no tienen la culpa de no haber podido conocer el Perú Real, enfrascando sus brillantes ideas intelectualoides sobre la base de un Perú Oficial.(4)
Mientras las cúpulas resultantes del Perú Oficial, desde un despacho manipulan a su antojo al pueblo, como si se tratara de una mujer despechada, en el Perú Real, en inconmensurables casos la mayoría de desorientados peruanos de base –no pertenecientes a ninguna cúpula de poder- son fácilmente contagiados por la argollería a portas de un proceso electoral, y en vista que de todas maneras tienen que emitir su voto, lo hacen por quienes les ofrecen unas cuantas migajas de su poder, ofreciéndoles un carguito dentro de las ensaladas de porquerías humanas que generalmente vienen a ser las instituciones estatales.
A casi nadie ya le interesa votar por quien verdaderamente haya tenido una vida ejemplar y una trascendencia política permanente, ni tampoco darle un vistazo a las hoja de vida de cada candidato, que debería ser el aval que garanticen el cumplimiento de sus promesas, si es que las tienen de verdad, por que valgan verdades el desfachatado facilismo de los politiqueros de ayer y hoy, se revelan en la improvisación mediocre y demagógica de sus propuestas de gobierno.
Pese a ello, gran parte de los electores son hipnotizados voluntariamente por quien les asegure un puestito de trabajo solo por el hecho de haber apoyado en su campaña electoral. La persona que es responsable al momento de sufragar resulta siendo un estúpido ingenuo, al costado del que se cuelga de un candidato con el fin de asegurar que sus bolsillos estén llenos y autofabricarse un estatus personal que lo eleve de nivel, a través de un mal ganado empleo burocrático.
Cambiar esta penosa realidad implica poseer no solo en ideas, también en actitudes, una mentalidad revolucionaria, pero una de verdad, y no los remedos de revolución que nos venden muchos impúdicos grupos al ensuciar este término enarbolándolo a cada rato, sin nisiquiera tener la más mínima intención de ponerla en práctica.
De otro modo no se puede explicar que un David Jiménez, dizque hombre revolucionario, aprovechando su poder efímero“cocine” la impunidad de sus delitos con el Tribunal Constitucional; o algunos politiqueros dueños de medios de comunicación, que dicen llamarse admiradores de Marx, mostrando en la praxis todo lo contrario, fomentando el argollerismo mediático en beneficio de sus frustradas cúpulas maquilladas con ese término mágico llamado revolución.
Ser revolucionario es ser justo ante todas las cosas, no buscando ventajas desleales que hundan a otros, buscando hacer proselitismo político pero de ideas y planteamientos, mas no de arremetidas contra los adversarios, tratando de demostrar con el ejemplo siendo parcos y humildes en la vida cotidiana, mas no gastar ingentes sumas de dinero en campañas electorales, pues muy bien esos montos podrían ser destinados para los más desamparados del Perú Real.
En pocas palabras, esto significaría prácticamente arriesgarlo todo por servir a los demás. Puede sonar utópico por que este sistema ha moldeado así las mentes humanas, por que de no ser así entonces no cabría en boca de los políticos las palabras justicia social e igualdad de oportunidades. Pienso que solo es cuestión de seguir un ideal terrenalmente posible, sin embargo, si no se tiene la suficiente convicción para hacerlo, por lo menos hay que contribuir a que este país no se intoxique más de lo que está ya, siendo responsables de nuestros actos, por que ellos se propagan de manera colectiva hacia el resto.
El 19 de noviembre ya está cada vez más cerca y una vez más la avalancha de promesas busca hipnotizar a los electores. El futuro de los años venideros del país depende mucho de la responsabilidad con que se asuma cada voto, no dejándose llevar por las ambiciones personales y pensado en que el aposteriori progreso o atraso del Perú depende del grado de responsabilidad que se tenga a la hora de ingresar a la urna electoral.